miércoles, 24 de septiembre de 2008

SOBERANÍA AMERICANA - Por Carlos M. Duré

A un año de la próxima Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, datos históricos de su antecesora de Mar del Plata, 2005

Declaraciones del Subsecretario del Departamento de Estado de EE.UU.: "En la próxima Quinta Cumbre de las Américas, auspiciada por Trinidad y Tobago en abril de 2009, esperamos ver más avances en prosperidad regional, seguridad energética, sustentabilidad ambiental, seguridad pública y cumplimiento del estado de derecho".

Como podrá aprecirase en la subsiguiente lectura de un análisis de Carta Argentina no muy posterior a la Cumbre de las Américas de Mar del Plata en 2005, la posición de EE. UU. giró algunos grados su ponencia inicial.Sólo un poco. El merodeo de la 4ª flota sur indicarían que el plan militarista subyace a pesar de futoros discursos por cierto previsibles.

2005: la cumbre militarista de EE. UU. Plataforma hacia el 2009
(con relación a la Carta 200, 26 / 11 / 05: “Endurecimiento diplomático militar de USA en Sudamérica”)

El columnista del Miami Herald Andrés Oppenheimer (aunque norteamericano por elección, de origen subecuatorial) le advirtió al presidente George Bush que no viajara a la Cumbre de Mar del Plata, Argentina, acaecida a principios de noviembre de 2005, sólo con un temario militar.

Por su conocimiento del ámbito político sudamericano, Oppenheimer le indicó al presidente Bush que llegara a la Cumbre con una propuesta inclusiva - el ALCA – a fin de contrarrestar la mala disposición de los locales respecto de USA.

El ALCA fracasó en esta cumbre y al esfumarse, dejó al descubierto la estrategia mayor de Estados Unidos que se podría denominar ”la diplomacia belicosa”. Es decir, desaparecido el proyecto integrador quedó el desintegrador.

Desde principios de los 90, el gobierno de los Estados Unidos ha hecho público su concepto de existencia real de otros países. Los estudiosos denominan doctrinas de política exterior a definiciones como “democracias posibles” (años 80), “soberanías limitadas” (años 90), “Estados fallidos”, “zonas ingobernadas” y “gobernabilidad” (años 2000).

Tales definiciones fijan, en cierta forma, los requisitos que deben cumplir o que no cumplen algunos países para ser considerados una unidad soberana. A su vez, el grado de inconsistencia soberana de esos países marca las libertades de la diplomacia norteamericana, de su política militar, de sus intereses económicos y los de las empresas privadas que se acogen a ellos.

Desde la doctrina Monroe – América para los americanos – el continente conforma una unidad soberana respecto del resto del mundo. Tiene su centro en los Estados Unidos y distinto punto de condensación en otros países. América Latina es considerada por EE UU como una unidad soberana inmutable respecto de países extracontinentales. Cada país latinoamericano es considerado por EE UU como una forma transitoria dentro dicha inmutabilidad.

Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Haití y Guatemala aparecen periódicamente en alguna lista de Estados fallidos o países convertibles en nuevos países. Pero de semejante hipótesis no escapan ni México, ni Brasil, ni Canadá, ni Argentina.

En buena medida tal geopolítica está resumida por el Dr Karl Deutsch en su libro “El nacionalismo y sus alternativas”, donde se explica que la soberanía nacional sobre un territorio se diluye o se consolida en función de su proximidad al centro político y económico. Esa proximidad no necesariamente debe ser geográfica. Puede ser cultural, política o económica.

Particularmente Sudamérica puso distancia del centro de poder al rechazar el ALCA. O se puede leer la realidad al revés: ya había un alejamiento sudamericano de EE UU cuando éste centro de poder diseñó tardíamente un marco de unidad soberana de las Américas ajustado a sus propios criterios y necesidades.

La diplomacia coercitiva que USA ejerce desde hace pocos días (proceso electoral boliviano que ya desembocaba entonces en el triunfo de Evo Morales) sobre Bolivia y Paraguay pretende ser una demostración de poder, de inmutabilidad de la soberanía continental, cuando, en realidad, es un síntoma de debilidad, de relajación de su propio poder.

Cuando los medios de comunicación y algunos dirigentes adictos al poder norteamericano dicen que la Cumbre de las Américas mostró 29 países y 14 billones de dólares de producto bruto favorables al ALCA, contra 5 países y 2 billones en contra, pretenden disimular que a principios de los 90 todos los países de América aceptaban ese mercado común dominado por USA.

La insignia del cuerpo de marines de los Estados Unidos de Norteamérica exhibe en su centro el mapa completo de América.

Remitiendo a la definición de nación de Henry Kissinger – todo país que controla su mercado interno -, la nación continental que imaginó USA al diseñar la insignia del cuerpo de marines comenzó a desintegrarse el 3 de noviembre en Mar del Plata, más por un vacío político norteamericano que por falta de intereses económicos.

En proporción inversa y por la misma causa, las naciones sudamericanas tienden a fortalecer su identidad y con ella su egido soberano, aun cuando en su interior no han abdicado sectores económicos y políticos que viven a expensas de la soberanía continental de USA. Dichos sectores y los territorios donde se concentran sus intereses pueden intentar reintegrarse al anterior marco geopolítico con un poco de ayuda de Washington. Un futuro ALCA, entonces, volvería a tener 34 países a favor y sólo 5 en contra. América tendría 5 países nuevos pero USA no tendría más poder. Sería sólo un asiento contable como único resultado de un par de guerras de secesión bastante trágicas.

(Fin de la carta - Publicada originalmente el 28 de noviembre de 2005)

Libre reproducción con la sola mención de Carta Argentina como fuente