miércoles, 12 de agosto de 2009

SOBRE LA IDENTIDAD DE LOS JUDIOS ARGENTINOS - Por Gustavo Cangiano (*)

En "Clarín" del martes 28 de julio, escribe el ex presidente de la AMIA, Luis Grynwald, una nota titulada "¿Cómo es realmente un buen judío?". Es una nota en respuesta a las críticas del actual presidente de la AMIA a los judíos que fueron al acto del sábado 18 de julio, violando las prescripciones religiosas sobre el sabath. Pero lo que nos importa a nosotros es algo que Grynwald dice en un párrafo, recordándole al actual presidente de la AMIA que "él representa a todos los miembros de la comunidad: a laicos, conservadores, ateos, seculares y ortodoxos por igual".

Que haya judíos laicos, conservadores, seculares y ortodoxos resulta comprensible. Pero... ¿judíos ateos? ¿Qué clase de judío es un judío que no cree en Dios? No cabe duda que considerar que hay judíos ateos supone una caracterización del judaísmo como algo diferente de una entidad religiosa. Grynwald expresa a los sectores de la comunidad judía más o menos "progresistas" que en las últimas elecciones fueron desplazados por la actual conducción conservadora y religiosa encabezada por el presidente Guillermo Borger. Los "conservadores" objetan a los "progresistas" algo elemental: si alguien se considera judío, debe cumplir con las prescripciones impuestas a los judíos por la religión judía. Podrá discutirse en particular la pertinencia de cada una de las prescripciones (como el respeto del sabath). Pero una de esas prescripciones es indiscutible: un judío debe creer en Dios. En este punto, sucede a los judíos lo mismo que a los católicos o a los musulmanes. ¿Dónde se ha visto un musulmán ateo? ¿Dónde se ha visto un católico no creyente?

A no ser, cabe reiterar, que los judíos sean algo diferente que una comunidad religiosa. Pero si el judaísmo no es una religión? ¿Qué es? Los "alosemitas" han tenido siempre a mano una respuesta: los judíos constituyen una raza diferente de otras razas, o una etnia diferente de otras etnias, o un pueblo diferente de otros pueblos, o una nación diferente de otras naciones. Si esto fuera cierto, entonces un judío argentino no sería enteramente argentino. Sería un individuo que aunque haya nacido en Argentina y aunque viva en Argentina pertenecería a otro pueblo u otra nación. No hace falta ser antisemita para proponer, a partir de este supuesto, que ciertos derechos políticos deberían ser recortados a los judíos, dada su condición de extranjeros.


Gauchos judíos.

Quienes rechazamos el "alosemitismo" (tanto en su versión antisemita como en su versión filosemita), debemos sostener, en cambio, que una persona judía es una persona que profesa la religión judía. La "judeidad" interpela a un individuo en la dimensión religiosa de su identidad, y no en la dimensión nacional o étnica. En consecuencia, un judío puede perfectamente ser argentino, pero no puede ser católico, musulmán o... ateo.

El "derechista" Borger tiene razón contra el "progresista" Grynwald. Pero en lo que respecta a los argentinos, el debate es importante porque en su trasfondo aparece la política identitaria con la que el imperialismo pretende erosionar la unidad nacional-popular con la que los países oprimidos se defienden de sus opresores.

Con la bandera de los "derechos humanos" y de las "políticas de la diversidad", debidamente manipuladas, los imperialistas quieren que los argentinos y los latinoamericanos no nos reconozcamos como argentinos y como latinoamericanos sino como judíos, como aymarás o como mapuches. Es decir, quieren que la identidad nacional que se nutre de un pasado en común, estalle dejando al descubierto todos sus componentes parciales y multidimensionales, para que de ese modo no haya un futuro en común. Porque si uno pertenece a la "nación judía" (o a la "nación mapuche" o a la "nación aymará"), entonces Argentina o Latinoamérica no son el "nosotros" sino que son el "otro". Y cuando nosotros (los argentinos o los latinoamericanos) nos convertimos en el "otro", entonces el auténtico otro (el imperialismo) empieza a convertirse en parte de "nosotros".

(Fin del artículo)

(*)Gustavo Cangiano es profesor universitario. Miembro de Socialismo Latinoamericano, iniciativa inscripta dentro del movimiento ideológico de Izquierda Nacional, Cangiano es articulista y autor de “El Pensamiento Vivo de Arturo Jauretche” entre otras obras.

(Fin de la carta)

Libre reproducción mencionando a Carta Argentina, Socialismo Latinoamericano y al autor como fuentes

martes, 11 de agosto de 2009

EL IMPERIO MUESTRA SUS UÑAS EN SURAMÉRICA - Por Enrique Oliva

¿Colombia es convertida en fortaleza para el total control de Suramérica y sus fuentes de riquezas naturales?
Colombia, en la actualidad es el país del Cono Sur de mayor importancia estratégica para los fines imperialistas. Tiene fuerzas aéreas, navales y terrestres en el Caribe (Cartagena) y en el Pacífico (Málaga). Posee también 3 bases aéreas en el centro Este del país que acaba de ceder a Estados Unidos y “tramita” 2 terrestres en Tolenaida y Lorandia.

En realidad, el Pentágono ha venido controlando y proveyendo armamentos de última generación a todas las guarniciones mencionadas. Los convenios ya firmados y a concretar, tendrán una duración de 10 años. Además, para “combatir” al narcotráfico y a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas) ha usado por 8 años la base aérea de Manta instalada en Ecuador, país al que espera pronto deberá devolverla. Lo cierto es que hasta ahora tanto despliegue militar no ha generado progresos en ambas luchas, mientras las FARC siguen controlando un tercio del territorio.

Avión de espionaje AWAC y tripulantes de la USAF.

La estratégica Colombia limita con 4 países suramericanos (Ecuador, Perú, Venezuela y Brasil), más el centroamericano Panamá, manteniendo conflictos fronterizos y políticos con algunos de sus vecinos. A los reclamos de Lula, Bachelet, Correa y Chávez se han unido otros países repitiéndose los anuncios de reforzar fronteras. Nadie piensa que la movilización de fuerzas norteamericanas a tal alto nivel, se limitará solo a una nueva ofensiva contra el tráfico de drogas y la insurrección interna colombiana.

Brasil patea el tablero

El anuncio de la cesión de bases por parte de Colombia a Estados Unidos ha provocado reacciones muy duras en Brasilia, cuando se suponía que las relaciones con Barack Obama eran “inmejorables”. A pocos mandatarios la Casa Blanca había dispensado hasta ahora tantas distinciones y elogios. Aun antes de conocer personalmente a Lula de Silva, el presidente yanqui lo consideraba el “hombre más importante del G-20” y menudearon desde entonces los encuentros
y llamados telefónicos, con exageradas muestras de amistad y promesas de respeto al presidente suramericano.

El claro disgusto de Lula reprodujo la energía con que en las postrimerías de la era Bush (h), reaccionó contra el anuncio (anuncio que sigue en pié) de activar la IV flota en las costas del Atlántico Sur. En esa oportunidad hizo una breve gira por Suramérica Thomas Shanon, entonces Secretario Adjunto para el Hemisferio Sur, para tranquilizar las asperezas creadas por la medida, unánimemente considerada intimidante y sin sentido. Ayer martes 4 inició otro viaje con más explicaciones Jim Jones, Consejero Nacional de Obama, quien no tendrá mejor suerte. Para calmar a Argentina, mañana jueves 6 llegará a Buenos Aires Albaro Uribe, presidente de Colombia, quien tampoco puede esperar una aprobación al tema bases, coherente con el anterior enérgico rechazo de nuestro país a la presencia de la IV Flota en aguas del Atlántico Sur.

Carlos Amorín, canciller brasileño, adelantó el domingo pasado el pensamiento del gobierno de su país, “preocupado ante una presencia militar fuerte, cuyo objetivo y capacidad parece ir mucho más allá de lo que pueda ser la necesidad interna de Colombia”.

Lula ha ratificado lo dicho por Amorín y agregado otras quejas contra los procederes de Washington. Dijo que, pese a promesas reiteradas, la política de tasas de importación de materias primas para biocombustibles, no dejan de subir en Estados Unidos, para desconcierto de los productores brasileños. Con los impuestos en alza, se rebajan los beneficios de los agricultores que esperaban más retributivos.

Justificada preocupación del Mercosur

No es un secreto para nadie la vieja estrategia Norteamérica de dominar militarmente su patio de atrás. Docenas y docenas de intervenciones así lo prueban. La técnica de las dictaduras obedientes fracasó y brotaron las democracias con ideales nacionalistas reivindicatorios.

En los objetivos del Pentágono es inocultable la “necesidad” de tener en sus manos el control del Brasil. Con ese propósito, como lo sugiere el canciller carioca, se fortifica a Colombia desmesuradamente para manejar el interior y a la IV Flota para presionar sobre sus costas, donde se han descubierto enormes yacimientos de petróleo y gas. También se veía amenaza la desembocadura del Amazonas, puerta de salida al Océano Atlántico a fabulosas riquezas naturales. Desde hace años, en escuelas primarias y secundarias yanquis se divulgan mapas donde la bandera de las barras y las estrellas cubren la región de la Amazonía para su protección.

El peligro que corre Brasil, a cuya suerte está tan ligado el resto de Suramérica, requiere reforzar el Mercosur con el urgente ingreso con plenos derechos de Venezuela y poner en marcha la moneda propia, el Banco del Sur y algún tipo de fuerzas armadas de defensa.

Ante los avances de las operaciones para desequilibrar a gobiernos democráticos de nuestro subcontinente, que irán aceleradamente en aumento, la unidad y solidaridad debe ser amplia y sin reservas, requiriendo asimismo una acción diplomática a nivel internacional.

Como lo afirma Rafael Ortega, ahora acusado como Hugo Chávez de complicidades con la guerrilla colombiana y el narcotráfico, “Colombia se estima una base de desestabilización en la región”. Además Ecuador ha prometido que no permitirá nuevos bombardeos de su territorio por parte del gobierno de Bogotá, manifestándose dispuesto a defenderse. La posibilidad de una guerra en Suramérica, desgraciadamente está lanzada en países hermanos y pobres.

(Fin del artículo – fin de la carta)