martes, 15 de diciembre de 2009

“SOBERANIA O MUERTE”.- Por Enrique Oliva

Cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajen nuestras mujeres, y si no andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres, y lo demás no importa”. San Martín

Otra vez la colonialista Europa se lanza sobre nuestros territorios y bienes naturales. Y la invasión por terratenientes gringos sigue avanzando con la complicidad del imperio liberal

Por el Acuerdo de Lisboa, engendro impuesto por los más poderosos estados del viejo mundo, en vigencia desde el 1º de este mes, a modo de nueva constitución, se incorporan a Europa como “territorios de ultramar” o “especiales”, a nuestras Malvinas como otras tierras y aguas del Atlántico Sur y hasta a la Antártida. No se usa el tradicional término colonia. Pura soberbia prepotencia imperial en abierta desfachatez.

El objetivo manifiesto es fortalecer y expandir aun más la explotación de fuentes de recursos naturales como han procedido en África dividiendo y enfrentando a sus pueblos, con enclaves protegidos por ejércitos mercenarios de expertos criminales con absoluta impunidad. Ahora la OTAN, instrumento de Washington, defenderá esa “conquista”.

La invasión de terratenientes gringos

En nuestra Argentina está en avanzada ejecución otro siniestro plan. No se detiene la invasión de grandes terratenientes gringos donde hay bosques, glaciares, minerales, acuíferos y espacios estratégicos.

Un solo “propietario”, con la máscara de “fundación” y apoyo de falsas OGN disfrazadas de filantrópicas y ecologistas (para no pagar impuestos) posee una gruesa franja que divide la Patagonia y el sur de Chile. Es decir, desde el Atlántico al Pacífico, disponiendo de modernos aeropuertos habilitados oficialmente como se viene denunciando. El gran patrón desvía ríos y arroyos desplazando a poblaciones criollas e indígenas al quitarles sus habituales medios de subsistencia utilizados por muchas generaciones. Y nadie dice nada.

El peligro mayor para nuestra soberanía es que este proceder del colonialismo no es una novedad, pues posee tristes antecedentes. Es el caso dramático de México, país hermano que perdió por la fuerza de las armas en manos del “buen vecino”, nada más ni nada menos que la mitad de su territorio. Comenzó con la compra de propiedades en Texas declarándose luego república independiente convertida poco después en una estrella más de la bandera yanqui. Avanzó sobre el débil México hasta la capital azteca, imponiendo una capitulación incondicional. Así añadió varias estrellas más ¿Alguien puede decir lo contrario? Los invasores texanos enarbolaron un escudo de armas diciendo: “Todos los hombres nacen iguales, la diferencia la hace el revolver”.

En la actual frontera los yanquis están construyendo un muro, para evitar la entrada de necesitados. Un muro solo superado en extensión por la Muralla China. De eso tampoco se habla, aunque los mexicanos no pierden las esperanzas de una revancha. La historia universal demuestra que todos los imperios terminaron cayendo, quedando con menos poder y territorio que al comenzar sus expansiones. Y la causa de tal derrumbe ha sido siempre la corrupción y disputas internas por la avaricia insaciable.

Unasur unido debe reaccionar urgente

Los pueblos saben inventar defensas según las circunstancias o creando las circunstancias. Hombres, mujeres y niños de distintos niveles sociales han creado armas y tácticas fruto de la desesperación, que las bombas atómicas no pueden contra ellas. Demuestran estar dispuestos a inmolarse como suicidas haciendo imposible la gobernabilidad y seguridad a los ocupantes invasores. Los ejemplos se remontan al fondo de la historia, destacándose entre otras las derrotas coloniales en Argelia y Vietnam como las en curso de Afganistán e Iraq. Pero no aprenden.

Brasil debe saber que es el objetivo final del imperio para dominar a Suramérica, por la extensión de su territorio y sus riquezas. No es por casualidad que haya adquirido Estados Unidos el derecho de ocupar en Colombia, con impunidad incluida, tres bases militares terrestres en las vertientes del codiciado Amazonas y dos bases aeronavales, una en el Pacífico y otra en el Caribe. Asimismo, el desplazar la IV Flota yanqui al Atlántico Sur no es ajena a los recientes descubrimientos de grandes yacimientos de petróleo y gas junto a las costas de Brasil. ¿O no?

De presentar un frente anticolonialista unido, Suramérica será invencible. Para ello, sus gobiernos deben acelerar la institucionalización del ente, en especial con el banco y moneda propios y una fuerza militar conjunta. Desunidas, nuestras naciones serán abatidas con los tradicionales métodos de dividir provocando fraccionamientos territoriales y guerras intestinas, sustituyendo las democracias por feroces dictadores dóciles.

Argentinos en obligada alerta activa

Los argentinos debemos honrar nuestra historia, con el ejemplo dado en el siglo XIX cuando se repelieron a las dos potencias más importantes del mundo, Inglaterra y Francia, en sus intentos de años de bloqueo y pillaje para colonizarnos. Por entonces Europa estaba lanzada a conquistar a sangre y fuego posesiones por todo el globo. Solo aquí fracasaron.

La heroica proeza, como otras tantas borradas de la historia oficial escrita e impuesta por el cipayaje local (buscando ahora castrarnos en un intento de desmalvinizar las conciencias criollas) se logró bajo la consigna de SOBERANÍA O MUERTE que hoy debe unir a todos los argentinos sin exclusión alguna, porque la Patria está en peligro. Paralelamente es menester incentivar el patriotismo suramericano.

Suramérica debe involucrarse en tan grave situación y ganar las calles, para demostrar a Europa y al mundo que no somos “empanadas que se comen con la boca abierta”, como decía nuestro Libertador.

Nadie puede hacerse el distraído sin advertir a la Patria en peligro. Es de recordar que el Dante, al describir los círculos del infierno, ubica en el más profundo y ardiente, a quienes “Dios escupió de su boca”, a los que en tiempos de riesgos comunes permanecieron prescindentes.

(Fin del artículo - Fin de la carta)